No es una entidad sin ánimo de lucro ni sólo una red de activismo social. Change.org, la página líder de peticiones en Internet, es una auténtica aspiradora de datos personales que vende a precio de oro. Es el Google o el Facebook del mundo de la conciencia. Sus clientes: las organizaciones benéficas que mueven centenares de miles de millones de euros cada año.
“Tú llegas y les dices que tienes por ejemplo 50.000 euros para una campaña. Ellos la difunden, y luego te pasan los datos de los firmantes. A cambio te cobran 1.5 euros por correo electrónico y 6 euros por teléfono. Los precios varían dependiendo del contrato firmado con ellos”, explica un alto ejecutivo de una organización global de ayuda al desarrollo que pide mantener el anonimato por la confidencialidad del puesto.
La base de datos viene pre-definida por los intereses de los usuarios y de gente activista que es más proclive a donar ocasionalmente o incluso subscribirse permanentemente. Si firmas una petición para frenar el cambio climático, eres un potencial donante de Greenpeace; si has querido poner tu nombre en la lucha contra el bombardeo de Israel sobre la franja de Gaza, posiblemente te apetezca aportar a la agencia de Naciones Unidas para los refugiados palestinos UNRWA.
Change.org es un sitio web operado por Change.org Inc., una corporación estadounidense con fines lucrativos, certificada como una Corporación B y constituida en el estado de Delaware (uno de los tres estados norteamericanos, junto a Wyoming y Nevada, que de facto permiten una exención de impuestos para sociedades limitadas), cuyos negocios incluyen el alojamiento de campañas patrocinadas y el envío de e-mails. Organizaciones como Amnistía Internacional -y otras 300 más, según la propia compañía- pagan por alojar y poder patrocinar sus peticiones y campañas. Con algo menos de 100 trabajadores, la empresa facturó más de 15 millones de dólares en 2012.
Asimismo, B-Lab, la entidad sin ánimo de lucro que emitió el certificado a Change Inc., también se nutre de aportaciones privadas, el 80% de ellas de carácter anónimo, según consta en su memoria anual. La primera empresa a la que B-Lab otorgó el certificado fue a un
banco de inversión privada.
Se consideran debatibles dos aspectos: el primero, los datos de los usuarios que ellos compran y Change vende. El segundo otro es la confusión sobre la imagen de la compañía, creyendo por muchos usuarios que la página era más bien del estilo de Wikipedia, enmarcada en las organizaciones activistas que viven en base a donativos, y desconocían que en esencia es una empresa, tal vez con impacto social, que vende sus datos del mismo modo que lo hacen Google o Facebook.
La recolección de datos para fines comerciales, conocida como “minería de datos” o data mining es un negocio con un crecimiento exponencial en los últimos años. Sólo en Estados Unidos, el márketing digital, del que la minería de datos es parte, supuso en 2012 algo más de 62.000 millones de dólares (56.000 millones de euros).
Empresas como Google escanean el contenido de los correos electrónicos para buscar palabras clave a través de las cuales colocar anuncios más eficaces (si se menciona que se va a ir a la playa en Alicante, pueden aparecer anuncios de hoteles en esa ciudad; si se busca por cámaras de fotos aparecerán anuncios relacionados). Uno de los factores más importantes, por ejemplo, es el código postal (un dato también solicitado por Change.org) porque da buena cuenta del potencial poder adquisitivo del usuario.
Nada de lo que hace Change.org es ilegal. Su publicidad es explícita, no encubierta. Sus causas son en, muchos casos, nobles. Pero, a pesar de lo que pueda parecer, no es una red de activistas, sino un lucrativo negocio de extracción de datos.